La educación del talento
La educación del talento
Cuando
hablamos de educación, incluso entre pedagogos, normalmente nos vienen a la
memoria conceptos psicológicos del siglo pasado como, la construcción del
conocimiento o el diseño curricular, la oferta académica… factores que sin ser
malos, no han logrado plenamente la calidad de los procesos educativos, tal vez
por no comenzar con la pregunta correcta: ¿Cuál es el propósito de la
educación?.
La
educación se define comúnmente como la formación destinada a desarrollar la
capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas de acuerdo con la
cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen. Si
analizáramos detenida y profundamente esta cuestión, de inmediato nos encontraremos
de frente a una pared con la que vamos a chocar inminentemente,
una pregunta paralela podría ser ¿Cómo se usa la educación? y es en base a esta
última pregunta que debemos mirar la educación en su sentido más amplio, en su
función social.
La
concepción tradicional de la enseñanza, es que alguien (docente) que tenía
conocimientos iba al salón de clase a transmitirlo, después en la concepción
moderna el conocimiento no se transmitía, sino que se construía partiendo de lo
que el individuo ya sabe, saberes previos, y hasta ahí, todo bien. La
adquisición de un conocimiento es muy valiosa, pero la adquisición de un
conocimiento que no se sabe usar, ni donde se va a usar, vale poco.
A
lo anterior vamos a añadir un concepto, que aunque no es científico, es sin
duda muy medible y grandemente útil en la vida, añadamos el talento. ¿Qué es el
talento y por qué es importante?
Una
definición bastante común que se encuentra de talento es: especial capacidad
intelectual o aptitud que una persona tiene para aprender las cosas con
facilidad o para desarrollar con mucha habilidad una actividad. Una definición
sencilla de talento es: la utilización de la inteligencia, la buena utilización
de la inteligencia. Lo que nos quiere decir, que más allá de lo que se tiene o
se puede tener, el talento implica la utilización apropiada y provechosa de
estos recursos para la productividad y el desarrollo.
Este
término, talento, es más utilizado en el sector empresarial que en la escuela o
la universidad. Los estudiantes, una vez egresados, van al sector empresarial a
trabajar, además, a ofrecer servicios a la sociedad. El talento tiene un
altísimo valor empresarial, y los centros educativos, que preparan a las
personas que contratan las empresas, a veces no lo dominan, ni lo trabajan.
Entonces
nos preguntamos, ¿Qué tanto saben las instituciones educativas sobre el
talento?, ¿Cómo lo hacen valer en las empresas?, ahí entran en juego
cuestionamientos a cerca de que deben hacer las instituciones educativas, que
tanto se preparan para ser eficientes, que tanto conocen sobre los desafíos de
sus propósitos. El hecho de que no se maneje la capacidad de convertir el
conocimiento en talento, ya nos da una señal que se debe atender. El hecho de
que no se persiga talento, sino más bien, aprendizaje, debe analizarse. Que en
las universidades se priorice otras cosas sobre el talento, es más, el hecho de
que en educación no se hable del uso de la inteligencia más que para aprender
conceptos, ya nos invita a repensar en lo que hacemos y lo que nos debemos
proponer para el futuro inmediato.
Hablar
de talento como meta educativa, supone pensar en el fin último que esta tiene
sobre el individuo y su rol social, sobre su capacidad de un ejercicio
profesional y humano. Pensar en el talento como producto de la educación
significa, que estamos hablando de un proceso con propósito, cuyas partes
conducen al camino del desarrollo de la persona en los roles que debe
desempeñar como persona trabajadora, como miembro de una familia, como
estudiante, como miembro de la sociedad y como responsable y participante de
esta, diferente a la concepción actual que aísla al individuo en sí mismo y su
propio valor, sin pensar en el valor que aporta, sin pensar en su significado
plural y no en los méritos que él mismo se otorga.
Es
en ese sentido donde la educación necesita sacudirse, huir de su zona de
confort y aventurarse, a todos los niveles debe perseguirse el objetivo del
aprovechamiento de la inteligencia, para generar conocimientos útiles y
oportunos. Qué grandioso sería tener un estudiantado con conocimientos
acabados, bien definidos y con valor emocional. Que extraordinario sería que en
nuestros estudiantes más que ser conocedores, fueran talentosos.
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